jueves, 7 de marzo de 2013

El Terciopelo del Prisma




                                               



Compartía auroras.
Algunas respondían con una pregunta.
Otras colocaban vaticinios. La medida cerca del limbo
desempeñándose entre aguardientes de calles enteras
y torbellinos de metros absolutos.

Estaba solo, sólamente la melodía del mar 
proponía otro hecho; un acontecimiento donde
un planeta conjuraba. Era tal vez la cita, un trepanar
donde velocidades de lamparas
acoplan su puente en numeros antiguos
y sinópticos.

No habían cartas para las parábolas.
El artificio era una plaga donde podía indagar
o recoger el sino de una carabina
devolviendo al oceano
una casa.

El piso segundo de un verbo. Ese que siempre 
miramos desde el primero.

La huella dogmática de su nacimiento, donde lo
ardiente se nombraba a punta de cadenas.

En ese momento el derrotero decía
que hay cosas indeterminadas y puras
cuando percibimos.

Semejantes al tacto en una puna
gaseosa.

Contando el oxigeno o desangrandolo
según los planeadores.

Según la forma en que los sentidos
entraban a la palabra...

Para no volver.





Guillermo Paredes Mattos

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