lunes, 14 de enero de 2013
El Nombre del Sìmbolo en las Palabras
Amo la palabra, no porque lleve demasiadas señales.
Demasiadas señales terminan siempre siendo una.
Y ello es inconquistable.
E inconquistable el sonido que entre la niebla
mece la experiencia.
Inconquistable el punto derramado en esa linea;
que invisible, asciende a lo alto para desvanecerse
en el aire.
Esa palabra que se ama, se desvanece aèrea.
Aèrea como los puntos cardinales.
Aèrea como osos boreales y sus travesaños.
Ya sea en los camposantos del iglu
o el farmaceutico asteroide.
Sea en un almuerzo de simios o los
candelabros de la peste.
El nombre de esa palabra camina derivando o
divagando segùn cuentos mortales.
La lluvia le propone serventencios de altos
recogimientos; son siniestros.
Un enjambre de piedras coloca su alma
dentro del armisticio con la nada.
Pero èstas imagenes se descubren segùn
el principio del nombre y no en la palabra.
Y estoy siguiendo entonces otro antepasado
para descubrir en la palabra.
Porque no es ninguno de sus nombres los
que la dirigen al verso.
Guillermo Isaac paredes mattos
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