sábado, 22 de diciembre de 2012

Maleficio Individual de una Ballesta






Tenìamos la experiencia del oceano cuando es
el tanteo de una balada por la noche.

Las mismas balaustradas donde firmaba en
el aire un fìsico. El àtomo le daba esa figura.

Pero yo buscaba -igualmente- al transformarme
junto a ese ser - en metafìsico plural -
la divinidad que sigue al firmamento con una 
letra en la boca.

El infinito entero lo conoce como una replica singular
de piel, un velero donde pudiera guiar
una sombra, la plenitud de su luz
ya fue descubierta, el resplandor,
una similitud, la identidad.

Ahora - sin querer- el turno me pertenecìa.

Era tan personal...

Pero no sabìa de arboledas.
De rosas que vagan con encantamientos
de derivas y fotografìas, de fresnos acuosos
como un valle. En lo profundamente lìrico
del animal mi corazòn abordaba
su profecìa con el viento
y maleficios de uvas.

No vì la sìlaba de una manifestaciòn
ascender a una mancha 
de rapsodas.

Debo a la individualidad
los hechos singulares del libro
cuando muerde un cometa.

Debo a una amenaza de crateres
el juego de lava y marea de volcan
que jamas vuelve al trapecio.


Nos pertenecìa la ilusiòn del
monje al repartir 
enjambres.

Un enjambre que mi niñez alguna vez
arranco al mar con una
ballesta.

El singular y el plural manejados en este
texto son la venganza de ese mar.

Y tambièn de sus ballestas.




Guillermo Paredes Mattos

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