Musitando un cuerpo descendemos a un hecho.
Un hecho herido por la manifestación.
Se dice que cuando pronunciamos perdemos
todo derecho a la vida.
Y esa pronunciación purifica cualquier necesidad
del ejemplo, del brillo en el agua
de un artificio acuatico.
Y se dice que entre adioses y tempanos se tensa
el hilo de ese conocimiento borrado por el agua.
Que hay titanes huyendo con voces
de estrepito y extrañas parafrasis.
Temblorosos como un símbolo
levantamos una carta
y etiquetamos su vuelo
para que llegue a una calle
a una avenida de plomo
a ese sentimiento donde descartamos
toda esperanza de colocar un arbol
en nuestras manos.
Para que sean sus manos y no las nuestras
quienes devanezcan la flor.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
miércoles, 4 de abril de 2012
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