La palabra no existe en el lenguaje.
Su nombre es repetido junto al caos en primaveras
sin equilibrios.
En que dejamos todo.
Nunca logra modificarse, expedicionaria
de logotipos errantes y humanos bordes
en el desierto.
La palabra llega antes que un minotauro y un heroe
al laberinto.
Ambos idolatran la ciencia con la cual relataron
precipicios donde el hilo presenció
el vacío de sus uñas.
Por ello no existe en el lenguaje.
Fue devorada por un mito.
Acechada por minotauros que jamás
escribieron sobre un tallo
o un árbol de agua.
Quisiera decir más.
Escribir que este momento podría terminar
con este laberinto
donde palabras, heroes y minotauros
se funden.
Se corrompen.
Sin ninguna razón.
Guillermo Paredes mattos
sábado, 5 de febrero de 2011
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