jueves, 11 de enero de 2018
El Verano de Cera
Es un dìa rojo.
Una de sus entrañas la conforman lipidos y árboles.
Auroras como las que cuelgan de los bigotes de
una foca. Es una mañana de langostas.
De frenesì y desembarco con los cuales
comulga el asteroide y la soledad
de una identidad
impregnando de arrecifes en cada una de sus
tesituras. Sobre todo las que buscan sus eclipses
en los bolidos.
En los baules y piedras.
En los sobrenombres y limbos fantasticos donde el
oceano segrega sus fasciculos con
un perfume de crisolita.
Es un dìa centrìfugo y rojo.
Los birremes se encuentran en el aire.
Las enciclopedias marchan a los bustos con una
estalactita.
Los tràficos se reencarnan junto con los
racimos.
-!Vaya tràfico!-
La fiebre ha derivado hacia las campanas con una
sexual indiferencia
y en los musgos el oxido enhebra puertas de
miseria para el brillo.
Ahora palidece el destello.
Ahora las popas de los navìos tensan sus coeficientes
y las estampidas en las crestas derivan de los
peces y sus
ecos
en una de sus deformaciònes
en uno de sus climax que duermen sobre los silencios
de un verano hecho de cera, surge
el misterio
-absolutamente en todos las siluetasy
movimientos de las cosas-
buscando escencialmente que el calor
del sol pueda derretirlo.
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