miércoles, 10 de abril de 2013

Brocales Rosacruces







En ese dibujo estaba el crimen.
Llevaba un pensador de carne y otro de
piel, ambos maduraban junto al solsticio
donde la soledad alimenta un atomo.

En ese tiempo había aprendido a
amar los astros, pero no por lo que eran,
sino por aquello que dejaban de ser.

Una piedra, un esoterismo de asombro.
El advenimiento con que una alambrada
dominaba la luz del imperio
mas remoto, al amparo de esa ciencia
nosotros crecimos y despertamos con
la inercia de la gravedad
en un nicho de botellas
cuando el amor es amarillo
como un culto.

Libros de coyunturas salvajes entre
las marismas. Deseo del mar junto a
un repelente donde un miocardio
llenaba de condiciones la naturaleza ante
el hombre, la sal aprendida de su conocimiento.

Y todo ello alzandose entre proas.

Todo sobre atroces insignias
de ancestrales estirpes.

Donde nuestros tropicos se abrían al
destino con muertes de boinas
y brocales rosacruces.



Guillermo Paredes Mattos

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