Conocimos la hoja bajo aquello beduino.
Los arabes dormian cerca de la playa
con un labeinto en los ojos, idèntico al desierto.
Descòlgabamos lexicos sin titulos.
Ante ello situamos que la distancia no es
siempre lo que la define o puede definirlo.
Desde un titànico suspenso ligado a los
gigantes, pudimos deducirla...
Y llamamos fracaso a esos territorios.
Fuimos una corriente, la intensidad
de metàlicos fascìculos.
La burocracia de los muccines
era todo el silencio para nosotros.
Semejante a un escrito, logramos
fìnàlmente escribir desde el lenguaje
tan sugestivos como una tiniebla
examinamos aspectos
que sòlo un incendio reclina en sus brasas
y apuntamos a centurias
a reinvindicaciones de composiciòn familiar
llena de alrededores.
Eras de incursiones que hoy repetimos
bajo la coherencia de una isla.
Alistando su espìritu.
Los gallardetes de su corazòn.
Su unidad encajando en un sueño.
Apuntalada sobre acertijos
de lìrica hipocrecia.
Como un vahido.
A veces como un beso.
Uno poètico, cayendo de los tiestos.
Guillermo isaac paredes mattos
lunes, 1 de agosto de 2011
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