martes, 23 de abril de 2019
El Algebra del Cielo Raso
El rostro del álgebra es un cielo raso. Muy azul.
Un animal blindado en las copas se traslada a esos silencios
que deja el pensamiento después de ser herido.
Un cristal trajina en los dedos
y otro intenta incrustarse debajo de sus uñas.
El desierto rememora un verbo especifico.
Lleno de sienes y categorías que aluden al barro.
La luz es mostaza pero no como el gas
que se arrojaba a las trincheras por ejemplo.
Sigue arrojándose. Su nombre es el que ha
cambiado.
Palabras de acero que no conquistarás
preceden al destierro y los dioses confunden objetos
boreales con aquellos que la gravedad no
logró empujar hacia la tierra.
Otra vez extraños desembarcos.
Nuevamente el amor o el odio sobre esas tribunas
donde la modernidad escupe de manera
sutil en sus espejos.
Palabras de acero que encuentran en la humedad
de este otoño una constelación.
Y miles de circulares siluetas donde todo lo que se
agita en el interior de nosotros va a vivir.
Pero tú no lo sabes.
Y si es lo contrario.
Los mensajes desde el otro lado casi nunca
forman su álgebra.
No en esta realidad.
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