Dejar atràs la mejilla, el tranco.
El estallido del universo en
un resultado.
El rito entre los labios escalando
el misterio, cuando Andròmaca
subìa en nombre de eleusis
a un atomo.
Y proseguìamos. La nada
irrumpìa con tronos de sollozo
en las guitarras y sendos murmullos
de escafandras apostadas frente
a los arrecifes decìan
que los muelles
no son infinitos.
Porque la vida es primogenita
del caos
el canto pristino de los pentateucos.
girando hacia la evoluciòn,
desplazando un arpa...
Atràs, allì donde el inicio
compara sus dìas con la perversidad
y la armonìa posa en la nieve
sus relojes oscuros.
Esos relojes que nunca devastaràn
sus iris para confundirlos
con los nuestros.
Pues la confusiòn no es cita del hombre
ni el amor,
es màgico caos del hombre
y los nictàlopes.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
jueves, 24 de noviembre de 2011
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