El Beso de la Trascendencia
Hay muchas ventanas, como el beso de un cometa en la rendición
de un verano amarillo.
Hay muchos colores como el humedo retador de silencios desquiciado
entre tretas y epitafios.
La sensación de que un vidrio nos conoce desde el anuncio de todas
sus inocencias.
Y pervierte en la música un sino de ruecas, de circulos que no dan tregua
al que corta distancias.
Porque el corazón sigue siendo una espada, una soledad de divisiones
en el polen de mi guerra.
Pero si esto fuera exacto, aún la exactitud sería una desgracia de trenes
desprendiéndose de una llama.
Y es que la existencia es un vehículo de atómicos veleros denunciando
mares que quieren esconderse.
El torrente de un hilo en un otoño de reflexiones, la marca de un hombre
en la frente.
Pero son los botines de hierro y los hilos que los unen son de acero, con
ellos se abren los caminos.
Religiones de un feudo con ludico caminar, rehen de luminosos celos
dentro de la lluvia.
Todo lo que ha sido mentado se arrastra entre melodías de naufragos,
me pregunto dónde está mi propio mar para ahogarme.
En qué amanecer encontraré su orilla y la espuma como una doncella
de veneno esperándome.
Yo no quiero sepulcros donde una moneda haya cambiado el soplo de un suicidio
por el tiempo de los pájaros.
No busco que el viento haya comentado en estas cenizas de donde es que
llega la llama.
Sólo escucho y a veces contemplo furioso entre equilibrios, desesperaciones
y calmas.
Lucido como un promontorio, golpeo en todos los motines, recorro en
todos los caballos.
No te prepares para una aguja, mi corazón no lo está, vé y vibra, vé y cae
como lo hace un ala.
Pero si esa ala no sabe dormir ni despertar, entonces asciende al cielo
y amala.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
viernes, 4 de noviembre de 2011
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