miércoles, 8 de julio de 2020

Hacia el Cielo








Dado este país macizo y crepúscular en los ojos.
Dada esa intermitencia con la que asciendo a tus pupilas
con una serpiente emplumada en mi sangre.
Según esa teoría en las venas desde la cual este recipiente
recibe en el instante una palabra.
-Una palabra que en el momento 
de ser nombrada pierde su significado-
En esta ciudad boreal en la cual tú y yo presentíamos
y en sus orillas la ilusión de un oráculo
reiteraba la esencia de un día luminoso en la carne.
Con apariencia de verbo.
Con apariencia de relieve o vellocino.
Con semejanza de trigo o carbón que inunda la hierba
de espejismos. Tanto o más como lo hace una 
poética. En el sigilo o la renuncia a una andanada.
A una capital sin tropos ni hipérboles
que hoy en los collares despiertan la memoria de
un pubis. Entre la ira y la sal desfiguradas 
por reencarnaciones que descuelganse de los
pájaros con un carbón amarillo
en su cuerpo.
Con un trazo que alude a polinomios
o la vertical de mi sed cuando oprime en la pregunta
una respuesta.
Dado este recipiente que en vilo es un trance.
Un exorcismo que proviene de una estela.
Según la continuidad y el deseo en un broche que
circunvala muelles de algas y a partir de otra trama
la hojarasca es un desvelo.
Una cita con el sol.
Una maldición de ámbar o el itinerario
con que una cúpula borda en nuestros tejidos
un canto.
Desde una replica o una lamina
que colisiona en la intuición con un lápiz de papel
o el roce de una citara.
De toda superficie.
En las cuales descubro que las cosas que dejaste 
tienen alas.
En el momento de intentar tocarlas.
Se elevan hacia el cielo.




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