sábado, 19 de mayo de 2012
El Infinito Imantado
En el ùltimo momento de las cosas
cuando los candelabros imaginan la polvora
de los precipicios y la vacilaciòn del agua es serena
como un instinto en el sueño.
En ese paraje de consumaciones, donde la extinciòn
presagia la vida de sus monumentos
y extrañas insinuaciones de bosques
tejen sus alas con cenizas de carne.
En esos instantes que el duelo
inspira la apoplejìa instruyendola en mentales rocìos
sin granizos ni memorias de inviernos
representadas por un huerfano de sol
en los vidrios.
Cuando se es derepente para continuar
en las hojas como una danza de clorofila,
para caminar por cadaveres
semejantes al pigmento azul de la muerte,
mientras el tallo preña
su forma de dramaticos holocaustos.
En ese sòlo asi con los muelles
en una aurora sin barcos ni claraboyas de nieve
sin el destino de un cascabel en la serpiente,
ni tramontas de luciernagas
que discursan espinas de necias
cormogonìas de horror hemisferico.
En el final de un horizonte en la aguja
ese que inclina su cuerpo en la piel
de ironicas criaturas,
llenando sus ojos de liquenes y animales
de escrupulos dentro de perpendiculares
abusos en la superficie y la niebla.
Emparentados tan sòlo entre gemelos
y clarividencias, sin mas yelmos
que el rostro de un aire
sosegado por un latido, el màs electrico
el que huyò de cordones y cables
para dar soplo sòlo un segundo a la ràfaga.
En el ùltimo amor y el ultimo preso
separando naipes del agua, conservando màquinas
de horror para los homicidios,
torturas de maravillas y espiritus poseidos
por equilibrios de pustulas y sortilegios
destruyendo ventanas
condenando cada uno de sus hechos
buscando reir casi igual al infinito.
Guillermo Isaac Paredes Mattos.
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